sábado, 4 de septiembre de 2010

De pronto me dí cuenta que había pasado todo un minuto paralizada por ese aroma que tantos recuerdos traía a mi memoria. Alcé la vista y allí estabas, inquieto, nervioso, como siempre ante mi presencia. Me echaste una de tus sonrisas, cálida aunque algo ligera.
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En esta historia nunca se sabe quién está en la cima y quién en la cuneta. A día de hoy me sorprende tu posición.
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Y es que pasa tanto tiempo hasta la llegada de un día perfecto, que cuando llega te parece un segundo de toda una eternida; y sólo está en tus manos hacer de ese segundo una vida.

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